Envejecer, no envejecer... ¡Qué dilema!
Esta Montaña es el primer modelo de plástico que apareció en el taller para maquillaje. |
La mayor parte de los aficionados que me
confían sus modelos, ha visto de cerca locomotoras de vapor en activo. En sus
recuerdos no están nuevas, repintadas después de las fotos oficiales de los
fabricantes o impolutas tras pasar una gran revisión. En las conversaciones,
siempre se habla de marcas de intemperie tras un viaje acabado, derrames
de combustible, agua o restos de la carga de carbón, “polvo del camino” al paso
por alguna estación… en fin sucias, siempre sucias. Estas huellas gustan a casi todos los aficionados al tren.
Su dueño recordaba la montaña sin la omnipresente raya roja lateral y era lo primero que debía desaparecer. |
Mikado RENFE 141f-2410 (Electrotrén)
Estas dos vistas muestran el inicio del proceso y lo que finalmente disfruta el coleccionista. |
Este acabado aparta la locomotora del "listo para rodar" para ser "la máquina de..." |
Montaña RENFE 241f-2238 (Metal blanco y latón. Model Loco-ATF)
No se puede decir que este modelo acaba de salir de la mesa de un modelista. Llega de "trabajar". |
El coleccionista J.S. afirma que a los modelos envejecidos se les ve más el detalle. Esta locomotora "recien estrenada" lo demuestra. |
Un modelo "sucio" siempre será diferente a cualquiera de la serie. |
Curiosamente, no he visto en los
múltiples reportajes sobre trenes recuperados que aparecen en internet,
locomotoras envejecidas. Al contrario, siempre aparecen limpias, brillantes y
pulcras. El servicio prestado en cada viaje y el trasiego en la preparación les
aporta un ligero toque de uso, pero nada más.
Imaginen:
¿Qué familia, de turismo, se iba a montar en un tren con una locomotora cochambrosa que te mancha “los trapitos de cristianar” al menor roce?
¿Cuántos aficionados conseguirían arrastrar a sus parientes, si en cabeza del tren en que van de excursión, está una máquina grasienta, negra, llena de restos de carbón con pinta de haber trabajado lo suyo?
La penitencia de un buen rato de frotar y frotar solo se admite, sin queja, entre aquellos dispuestos a todo por sentir el vapor y sus consecuencias.
Imaginen:
¿Qué familia, de turismo, se iba a montar en un tren con una locomotora cochambrosa que te mancha “los trapitos de cristianar” al menor roce?
¿Cuántos aficionados conseguirían arrastrar a sus parientes, si en cabeza del tren en que van de excursión, está una máquina grasienta, negra, llena de restos de carbón con pinta de haber trabajado lo suyo?
La penitencia de un buen rato de frotar y frotar solo se admite, sin queja, entre aquellos dispuestos a todo por sentir el vapor y sus consecuencias.
El placer del vapor en estado puro se queda para los
aficionados al vapor vivo y los que pierden el miedo a la suciedad… en
miniatura.