domingo, 5 de abril de 2015

Julián Ramírez de Arellano



Un coleccionista con un extenso surtido de modelos, afirma en ocasiones que, –esto de los trenes es un juguete, solo un juguete-. En los orígenes solo era un modo de divertir a los más jóvenes con un objeto más, que trataba de imitar lo que se veía en la realidad, pero solo era un pasatiempo. Desde entonces esos juguetes se han ido perfeccionando hasta parámetros que los convierten en auténticas realidades en miniatura. 
Las reproducciones realizadas por los distintos fabricantes en la historia del modelismo han ido mejorando progresivamente a medida que las técnicas de fabricación permiten piezas cada vez más ajustadas a la realidad.

Cuando el mercado no ofrece aquello que interesa, aparecen personas que disfrutan construyendo sus propios trenes, de todos los aficionados que expresan su interés por el ferrocarril a través de la construcción de sus propios modelos, quiero recordar a Julián Ramírez de Arellano, ya desaparecido. Hizo unas reproducciones de trenes españoles más allá de lo imaginable entonces. En los que, aun hoy, las técnicas y el nivel de detalle siguen siendo fascinantes para cualquier aficionado que tenga conocimiento de su obra.


Actualmente es factible realizar un trabajo como el de Arellano y algunos de sus contemporáneos. Pero hay que tener en cuenta las circunstancias en las que desarrollaban sus modelos. Cuando se construyeron había en nuestro país muy pocas  referencias y experiencias similares de esas prácticas. Los documentos que conservo muestran que estudiando los trabajos de modelistas ferroviarios extranjeros, nuestro personaje aprendió y aplico sus técnicas para reproducir con igual calidad los modelos de su entorno.

Tomada la decisión no solo escaseaban experiencias similares, tampoco la industria juguetera suplía su trabajo de las piezas comerciales a las que hoy tenemos acceso. Para cualquier desarrollo similar, un aficionado decidido cuenta con programas de diseño asequibles, búsqueda de técnicas en internet, comercio electrónico con catálogos on line, foros, ahora modernas impresoras 3D, etc. Entonces revistas, libros, el correo postal y la relación entre aficionados con inquietudes similares (no en vano fue socio fundador de la AAFM) constituían la base para el inicio de cada nuevo modelo.



Con todo, son fundamentales dos herramientas que nuestro personaje poseía y sin las cuales la construcción de modelos de calidad es imposible:

Las buenas manos y la paciencia.



El origen del encuentro.
La primera vez que escuche el nombre de Arellano fue en una charla con el excelente modelista Mariano Gómez Parrondo. En ocasiones posteriores se repitieron las referencias siempre con admiración, ensalzando la calidad de su trabajo y la cercanía del personaje.
Un número de la desaparecida revista “Amigo tren” me mostró las primeras imágenes de sus modelos. Una de ellas  me resultó sorprendente, la de un coche de bogies de la compañía del Norte. Parecía extraída del catálogo del fabricante del modelo real, tal era  la calidad y finura de los detalles.
Continuando con la búsqueda, supe de otro artículo escrito por el experto en historia de nuestras locomotoras, D. Fernando Fernández Sanz en la revista Vía Libre. De este, gracias a un coleccionista y también admirador de su obra pude conseguir una copia en la que el texto corroboraba que la admiración de Mariano no era infundada.
Esta fue toda la información que conseguí sobre la persona y modelos de Julián Ramírez de Arellano en los quince años que pasaron, desde la primera vez que escuche su nombre, hasta esta historia que cuento ahora.
La llegada a casa de unos amigos para una cena iba a reforzar mi modesta admiración por Ramírez de Arellano. Una de las asistentes sacó de su bolso un vagón Electrotrén ; me lo regaló diciendo:
 –Esto me lo ha dado mi jefe, dice que comparado con los que hacía su padre no vale nada-.
Evidentemente mi pregunta no se hizo esperar:
 -¿Cómo se llama tu jefe?
-Enrique Ramírez de Arellano-
Me contestó con la naturalidad de quién habla de sus compañeros de trabajo. ¡No había pared o mueble donde sujetarme!
Según me contó, Enrique Ramírez había tratado de cumplir con la voluntad de su padre: donar la colección de sus modelos al Museo del Ferrocarril. Entró en conversaciones con los responsables pero, ante la petición de establecer un seguro para proteger la colección, el museo le contestó que eso no era posible. En vista de lo cual decidió conservar los modelos. De esta conversación obtuvo el regalo del vagón Electrotrén, obsequio del Museo para las relaciones comerciales que realiza.
No me despedí de mi amiga sin antes pedirle una cita con Enrique Ramírez.
Días después me contestó con una proposición absolutamente fascinante:
 –Me ha dicho mi jefe qué él no se atreve a guardar los modelos de su padre en las cajas. Si tú le haces el favor de hacerlo por él, puedes “ver y tocar” todo lo que quieras-.
Gracias a ese insignificante vagón de plástico, pude tener cerca todos, absolutamente todos, los modelos construidos por D. Julián Ramírez de Arellano.

La casa de Arellano.

Tras el encuentro con Enrique y después de las oportunas presentaciones, me explicó algo todavía más interesante sobre los modelos de su padre: fabricó una caja para alojar y poder transportar con seguridad cada una de las locomotoras. La caja es un auténtico sarcófago en el que, una vez retirada de la vitrina y sin necesidad de moverla de su peana correspondiente, se guarda cada locomotora. No hay espuma. Diversas piezas de madera van colocándose y abrazando el modelo según se cierra. Otro detalle que confirma la excelencia y buen hacer de este modelista.



Dispuestas en estantes a lo largo de las paredes de lo que fue su cuarto de trabajo, las máquinas descansaban sobre peanas alojadas en vitrinas individuales. En cada una de ellas había un número pegado y este se corresponde con su homólogo de una caja construida en madera.
La petición era bien sencilla: se trataba de guardar cada locomotora en su caja, simple y apasionante. Estaban desmontando la casa y no se atrevía a tocar nada. Según me contó, a la vista de su falta de habilidad, su padre le hizo prometer que los modelos los guardaría Ramón Fernández, también excelente modelista y en su momento, médico en Torrelavega. De esto hacía ya muchos años y probablemente, al igual que Arellano, ya no existiría.


Arellano en el torno.
Foto cortesía Enrique Ramirez de Arellano.
Antes de comenzar, Enrique poseedor de una memoria prodigiosa y cuyas anécdotas darían para otro artículo, recordó detalles muy interesantes sobre la construcción. Arellano guardaba hojalatas de diversos envases domésticos que le pudieran servir de materia prima. Empezaba todos los modelos copiando el chasis sobre la chapa de hojalata, recortando con tijeras y aplanando el resultado.  Domos, válvulas, compresores, etc.  salían de un pequeño torno instalado en el salón de la casa. Allí, con los invitados presentes, trabajaba la pieza correspondiente. En una ocasión saltó de sus manos una de ellas ya acabada y hete aquí a todos, visita incluida, buscando por el suelo el trabajo de varias horas. No apareció.


¿La maldición?

El siguiente paso consistió en ir trasladando a una sala bien iluminada cada locomotora y su caja, para fotografiarla y guardarla. De las dos cámaras que llevaba, una se quedó sin batería en las primeras fotos. La otra era un modelo nuevo estrenado ese día y con el que no había practicado nada.

El recuerdo de esta pequeña anécdota corroboró lo que aparece en la documentación que guardo sobre Arellano. Al menos en dos ocasiones, amigos que fotografiaron sus modelos, se encontraron con el carrete velado o mal puesto. No era pues la única ocasión en que la obra del maestro se lo ponía fácil a una cámara.

Sus trenes.

La colección de modelos construidos por Julián Ramírez de Arellano es muy extensa.




El primer modelo ferroviario reflejo exacto de la realidad (antes hacía barcos y siendo niño, locomotoras inspiradas en modelos reales) es una espectacular locomotora de la DB con rodaje 131 construida en escala 1:20 ¡en cartón! Lo único del modelo de un material distinto, son los lapiceros usados como ejes de las ruedas.

Después de esta vinieron una serie de vagones, con carrocería de cartón y chasis metálico, que reproducen modelos de mercancías unificados de RENFE. Entre ellos una preciosa cisterna C.A.M.P.S.A. cuyos boggies, solamente, ya eran una obra de arte
.
Siguiendo con los modelos, Enrique me enseñó, como quién abre el estuche de una costosa pluma estilográfica, el interior de un coche restaurante de la C.I.W.L. ¡Estaban las mesas puestas! Este formaba parte de una impresionante composición de los conocidos coches azules de dicha compañía. En los coches cama, estas también estaban listas para recibir a su viajero. Como anécdota, no muy agradable, en esta composición falta un coche. El mismo quedó hace años en poder de un excelente aficionado, articulista y escritor. Hoy, desafortunadamente para el mundo del tren, ya fallecido. Julián se lo prestó con la finalidad, según le dijeron, de reproducirlo por parte de un fabricante de modelos a escala en plástico. El vagón nunca volvió.

En sus realizaciones utilizó otro material que conocía y dominaba a la perfección: la madera. Ya he mencionado que Julián era un desertor del modelismo naval y sus primeras reproducciones a escala fueron barcos (por cierto también espectaculares).

El coche de viajeros visto en Amigo Tren se presentaba ahora en directo. En el se reúnen todas las técnicas de construcción empleadas por Arellano: chasis metálico, caja en madera, la distribución interior cartón, los asientos… de tela con el cobertor del reposacabezas en puntillita blanca y por último las puertas de los departamentos se abren o cierran al inclinar el vagón. En fin el modelo corroboraba la fantástica impresión que ofrecía la fotografía.



Hay una anécdota sobre este coche que me concierne directamente. El comprador de algunos de los modelos de Arellano lo estaba haciendo rodar en su maqueta cuando, por accidente, el tren descarriló y el coche cayó al suelo. Esta persona es uno de los coleccionistas que confían en mi trabajo por lo que el modelo acabó en mi mesa de taller completamente “descuajeringado” pero no irrecuperable.


El coche que me sorprendió en imagen estaba ahora en mis manos y no solo para fotografiar.
¡Se imaginan un lutier con un Stradivarius original para reparar?...
Como consecuencia de este accidente he podido conocer, por dentro,  las formas y  métodos de un trabajo muy, muy bien hecho. Arellano tardaba muchos meses en completar un modelo; cada pieza, cada detalle, está construido y forma parte de un trabajo hecho con la convicción que ha de durar… para siempre.

Además de los materiales ya mencionados, Julián realizó modelos en base a otras técnicas que le facilitaron productos que empezaban a ser comerciales. Algunas de las reproducciones de otros países están construidas tomando como base parte de maquetas de metal y alguna ocasional de plástico, para armar, que se convertían en excelentes reproducciones muy por encima de la propuesta por el fabricante.

LA OBRA.

Locomotoras internacionales.














Locomotoras españolas

La reproducción de la española Mataró, también está incluida en el grupo de modelos que no salieron totalmente de las manos del artista. Está realizada en base al conocido Keyser KIT de los años 70 del s. XX. En escala 1/87.



Para el resto, Arellano y nada más que Arellano.











El modelo que sorprendió en Europa. Medalla de oro en el concurso del museo del transporte de la ciudad de Lucerna.




Una locomotora magnífica, activa hasta hace poco y que nadie más ha reproducido.













El último modelo de Arellano. Lo dejó adrede sin pintura para apreciar mejor los detalles.



La escala ARELLANO.

El motivo de anotar la escala en cada imagen se debe a que, para construir sus modelos españoles, Arellano escogió la nada comercial de 1/90. De esta forma sus trenes rodarían por vías de ancho ibérico al situarlos sobre la vía comercial HO (1/87).

De todo el material accesorio que guardo de Arellano, es destacable la cantidad de elementos PECO para construir vía a mano. Toda la que conservo de él está construida con esos elementos, desvíos incluidos. Solo es comercial un pequeño tramo de ancho 9mm de la casa Arnold Rápido, que probablemente sirvió para hacer rodar la locomotora de vía estrecha.



Entonces y dado que torneaba los ejes en numerosas ocasiones, ¿por qué no construir modelos en escala 1/87 rodando sobre vía de ancho ibérico (20,1mm en escala 1/87) construida a mano? No lo sé, cualquier conjetura es “hablar por no callar”. Vista la cantidad de trabajo que lleva cada una de sus locomotoras, seguro que existió una razón de peso para escoger la escala Arellano.

La prensa y el modelista.

Arellano participó como expositor y concursante en la conmemoración del centenario del ferrocarril celebrada en 1948. Ganó el primer premio con su locomotora 241-2200 recibiendo 5000 pesetas.




Tras esta primera aparición en público, vendrían nuevas muestras en las que aficionados y visitantes pudieron contemplar su obra que, aunque despacio, iba creciendo en modelos que no dejaron nunca de sorprender.




Un modelista tan excepcional no pasó desapercibido para la prensa internacional de la época. La revista MIBA Reporter en su número de estreno de 1950 escogió su locomotora premiada en 1948 como ilustración de un brevísimo artículo sobre el tren miniatura en España.

Posteriormente Loco Revue en su primer número de RIM (Revista Internacional de Modelismo) de 1953 hace referencia a su modelo de la 2200 compartiendo protagonismo junto a Manuel Olivé, José María Bonet y Enrique Fatjó.

De nuevo la revista Loco Revue de 1967 menciona a nuestro protagonista en su artículo sobre la celebración del MOROP en Bilbao ese mismo año. Aparecen la Challenger, la Porter de vía estrecha y la Confederación. También en este artículo comparte cartel con otros modelistas y marcas comerciales de la época.




La primera aparición en la prensa española fue en la revista Vía Libre, en su número 48 de diciembre de 1967. El conocido historiador F.F. Sanz hace una breve pero interesante descripción del trabajo y los modelos de Arellano. En este artículo descubrí, años después de su publicación, a este excelente modelista.




En el año 1981, aparecen nuevos textos sobre la obra de Arellano.

La revista RC Model lo escogió, para su número de estreno en el mes de Marzo, como el mejor representante del modelismo ferroviario en nuestro país. El artículo hace un breve repaso sobre su vida como modelista y muestra fotografías de la Confederación y la que fue su última locomotora, la Montaña de MZA.

En el mes de Mayo, Amigo Tren le dedica el artículo más extenso de los publicados hasta la fecha en la prensa escrita. Él mismo cuenta anécdotas sobre su trabajo y trucos para construir algunos elementos de sus máquinas. Imágenes de la Montaña de MZA, la Maffei y la que fuera para mi absolutamente reveladora de la calidad de su trabajo, el coche de Renfe BB-611, ilustran el último escrito en vida de Julián.

Hay un artículo fantasma, probablemente de 1981 (no conservo la portada de la publicación que lo contiene) escrito por la periodista Gabriela Cañas e ilustrado con fotografías de Raúl Cancio titulado “Las mil y una asociaciones”. Es una entrevista a Julián junto a comentarios sobre los aficionados al tren. No hay fotografías de sus modelos pero sale trabajando en su taller.


Carteles empleados por Arellano en diversas exposiciones.


En este año 2015 la revista Maquetren se hace eco de su trabajo para continuar divulgando la obra de este genial modelista. Incluye referencias de personas que lo conocieron directamente e imágenes de los modelos conservados, tanto por su familia como por el coleccionista privado que  disfruta de estos TRENES con mayúsculas. 

Por la mesa del taller han pasado y pasarán, locomotoras y vagones de muchas procedencias. Unos hechos a mano, otros comerciales, de plástico… incluso de otros maestros de referencia. La impronta que ha dejado el trabajo de Julián Ramírez de Arellano es como el listón que marca el salto de altura.

Muchos lo intentamos… solo tres tienen medalla.

Solo una es de oro.